lunes, 9 de mayo de 2011

M de Moraima, M de mamá.


Estaba acostada sobre la cama, eran aproximadamente las 08:36 am, lo recuerdo bien. Saliste de casa a tomar un guayoyo típico de los viejos y a fumarte un cigarrillo típico de los caballeros. Como siempre, comenzaste a hablarme de la vida; yo abrí mis grandes ojos para observarte atentamente. Escuché cada palabra, cada consejo, cada lágrima que caía sobre tu rosada tez.

Mientras me hablabas, te imaginé en las discotecas de la Venezuela de los 70, con tu cabello platinado, ese peinado al estilo Farrah Fawcett, la bola de cristal girando sobre la pista colorida, los tacones altos, los hippies fumando marihuana por doquier, al fondo se escuchaba la música Disco de The Bee Gees, y entre todo eso, estabas tú, disfrutando, riendo, ignorando todo, pensabas que estabas loca, loca por querer escapar. Al final lo hiciste, saliste triunfadora. Vivías en el lujo, vivías en el exceso, vivías en el vacío que llenaba lo más profundo de ti.

"Todo cambió muy rápido, Mary. Pero tú sabes, yo era joven, pensaba que me las sabía todas y resulta ser que no sabía una mierda. Yo era una muchacha bella, inteligente, y al final: ¿De qué me sirvió todo eso?. Me desvié del camino, esto no era mi destino. Por eso es que te hablo de estas cosas, hija. Mírate en mi espejo, no seas como yo"
Desenredaré este nudo de mi garganta para decir que lo que más he querido en esta vida es ser como tú. Siempre has tenido la capacidad extraordinaria para perdonar a cualquier maldito que te ha desgraciado la vida; cada vez que dices algo, escoges las palabras perfectas para disparar en el blanco, la increíble -y a veces sobrehumana- fuerza que te caracteriza, la belleza más pura de admirar. Sólo escribo esto para recordarte todas estas cosas que -junto con mis Barbies viejas y noventosas- olvidaste en el baúl de los recuerdos.

Secaste tus lágrimas, callé, traté de digerir un poco la dura historia de tu vida. No había más nada qué decir, las cosas estaban claras, bien claras. Te fuiste de casa por un rato y yo me quedé pensando en ti, preguntándome si algún día te haría realmente feliz.

Repito esa canción una y otra vez, veo una foto que te saqué un día de este verano interminable y agarré una pestaña que estaba pegada en una de mis kilométricas ojeras para pedir el deseo de ser como tú, mamá.


-Guayoyo: Café muy claro.