sábado, 13 de agosto de 2016





No es un buen momento para escribir un poema (¿Acaso alguna vez lo ha sido?) sobre la muerte. Especialmente porque existe una relación un tanto tormentosa entre nosotras. Ella siempre viene, me toca el hombro y cuando me doy vuelta, se me escapa. Otras veces me saca la lengua y se ríe de mí porque soy muy boba para comprender su oficio.

Ella me dijo que aún carezco de capacidad para entenderla debido a mi juventud y falta de madurez. “Son cosas de muchachos”, dice. Yo sólo pude responderle que algunas personas no maduran. Se lo dije después de ver a mi tía llorar sobre el ataúd de su hijo.

Hoy no es un buen día para escribir un poema sobre la muerte, pero sí para recordar a mi Vitto, a mi Puppy, a mi bebé. 

Prometo escribirte un poema –el más hermoso que te hayan escrito, si es que alguna vez lo hicieron- e incluirlo en mi primer poemario –sin nombre, ni fecha; pero algo se me ocurrirá- para que así te sientas orgulloso de mí.


Perdona la lloradera, tú sabes que soy melodramática. Ya se me pasará y me acostumbraré a no verte en navidad, el Día de las Madres/Padres o en algún cumpleaños. Ni modo, por ahí tengo las fotos del Carnaval del 98’ donde salimos pichurritos e inocentes (antes de que Anto nos corrompiera, jaja). Y cada vez que que te recuerde, me trasladaré para allá o para otros tantos momentos donde estuvimos juntos. 
Mejor dejo esto hasta aquí porque mi mamá anda cómica.

Por esa razón te digo: no es un buen momento para escribir un poema sobre la muerte, mas me quedo con el sonido de tus carcajadas retumbándome en la cabeza mientras me dices: “Pajuíta”, sólo porque le quiero cambiar el final a tu historia, pero no puedo. 
Y así se dieron las cosas. 
Porque sí.