Cada vez se van acumulando más
toneladas de incertidumbre sobre mis párpados morados. He ahí el divino placer
de cerrar mis ojos saltones y perderme en el infinito silencio de esta casa que
has dejado. Tan vacía y crispada por tu olvido voluntario.
Y es que… ¿Con qué ganas te vas a
quedar?
Si aquí todo es opresión solitaria,
carencia de espíritu y recuerdos
innombrables.
Sólo este ser que ahora habla es la única capaz de volcar las densas cargas que
soporta esta casa de piedras, paredes amarillas con garabatitos infantiles
sobre ellas.
Estoy capacitada para esto, nací para ser tolerante y para hacer
de este lugar el universo que sueles imaginar todas las noches antes de dormir.
Mujer de promesas, me llaman a mí.