jueves, 23 de junio de 2011

El paseo


Son las 3:41 de la mañana, estoy sentada en el balcón con los ojos hinchados por el insomnio. Lo malo de compartir este cierto parecido con los vampiros o las aves nocturas, es el hecho de pensar más de la cuenta. A veces uno quiere pintar la mente de blanco -o de negro- pero cuando tratas de pintarla, se vienen todos los colores psicodélicos, te enceguecen y te prohíben ponerle colores neutros a los pensamientos.

Sin más remedio, me acuesto sobre la cama para tratar de dormir. Hablo con Dios, con la Virgen; les pido bienestar para las personas que conozco, les agradezco por el día que acaba de comenzar -también de terminar-, todo se torna más oscuro y caigo en un agujero negro lleno de cuadros fosforecentes los cuales me hacen recordar las setentosas pistas de baile.

Estoy parada en un lugar desconocido para mí, y te veo allí. Tu mirada desorientada me calma por breves minutos, sé muy bien lo que estás pensando. Repentinamente he pasado de un estado sólido a líquido, me deslizo deprisa debajo de tus zapatos. Escucho un: "Buena suerte", doy las gracias. He llegado hasta las calles de Parque Aragua; se ve la vieja botando el vaso de plástico por la ventanilla del autobús, y al motorizado que se para en el paso de peatones. Por ahí se pasea la carajita quinceañera con la minifalda de bluejean, pienso que no debería quejarse de los piropos obscenos que salen de la boca putrefacta del caballeroso Macho Latino. Sigo mi camino, no tengo destino, señores. Me valgo de mi intuición para ver la vida desde un charco de agua sucia.

Me quedo estancada en la esquina de mi infancia, le ayudo al niño de la calle para verse el rostro arrugado no por los años, sino por el olvido de quienes lo crearon. Me gustaría poderle cantar una canción de cuna, hacerle saber que hay una vida después de las drogas y el desengaño; él sólo se va caminando con la cabeza baja, ignorando los sonidos que emiten su estómago vacío. Sirvo de espejo para el indigente, para la puta barata, para el vendedor de rosas, para el maracayero frustrado.

Una fuerza inexplicable me hace avanzar; voy corriendo y me tropiezo con el parche arcoíris que se forma en el asfalto después de una lluvia mañanera. Ahí encontré todos tus sueños perdidos, las palabras nunca dichas, las cartas que nunca envié...

La luz del día me hace abrir los ojos, mi mamá me despierta con un beso en la frente. Despierto; bruscamente aclaro mis ojos llenos de legañas con mis puños. Es hora de comenzar otro día, de dar las gracias por estar viva, por poder dar un largo suspiro y un fuerte grito. Al final de todo esto, siento que me he quedo con el sabor amargo del último día que vi la sombra de tus manos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Tú, egoísta


Estoy frente al espejo; no digo nada, no pienso en nada. Sólo estoy aquí, autoexaminando mi anatomía.
Hace unos años esto no ocurría muy a menudo, había cosas más importantes en qué enfocarme. No obstante, con el pasar del tiempo, fui cambiando -y no para bien precisamente-

Soy muy egoísta. Pienso que ese debería ser mi nombre ya que el María está demás, nunca me podría comparar a semejante ser tan hermoso.

Miro mis piernas llenas de estrías, cuento los miles de puntitos marcados por la celulitis alrededor de mi diminuto cuerpo. Me deprimo, me encierro y me cubro con tus hojas rayadas donde se muestran jeroglíficos indescifrables.

Últimamente no he visto las noticias, pero sé que está sucediendo en el mundo, en mi país y en mi hogar. Por cada cicatriz marcada en mis brazos, hay millones de personas muriendo de hambre en esta contaminada Tierra. Al lado de una velorio se celebra los 15 años de una niña que tiene dos semanas de embarazo. Mientras los problemas explotan en casa, yo me quedo pensando en mis insignificantes inquietudes existenciales. Simplemente me pesan los ovarios al momento de sumergirme en el lago de desastres que habita dentro de mí.

Mi carne se convierte en plástico, mi cabello pasa a ser un sintético rubio, esta expresión de melancolía cambia por una sonrisa notablemente fingida, mi figura regordeta desaparece, obtengo un bello cuerpo, un precioso rostro.

Soy hermosa, soy perfecta.

Todo se viene abajo, y todavía sigo frente al espejo. No dije nada, no pensé en nada, por lo tanto, no hice absolutamente nada por nadie; no contribuí para acabar la violencia y la falta de consciencia que nos ha destruido.

Vivo en un cuerpo hueco, poseo un alma de mentira y tardíamente he llegado a la conclusión de que yo era no más que el residuo del lápiz labial escondido entre tus labios.