jueves, 26 de enero de 2012

Diecinueve


Mi mente viaja más allá de lo comprensible, puede decirse que mis pensamientos son una película Hollywoodense donde se ve a un tipo bastante fortachón luchando contra 10 carajos, y al final el protagonista sale venciéndolos a todos sin un rasguño en su cutis perfectamente cuidado; pienso que esto puede demostrar el alto nivel de mi desesperación por escapar de esto. No, no me imagines vestida con un traje de Superheroína, con una sonrisa victoriosa y una cabellera espectacular porque realmente yo no me veo de esa manera, más bien todo esto es una estúpida metáfora que trato de explicar desde un cyber concurrido de la cuidad Jardín.

Los recuerdos se remontan a la casa polvorienta de mi abuela donde me dispuse a hojear una de esas revistas dominicales de la prensa nacional el martes pasado. En las primeras páginas encuentro un artículo que habla sobre las vidas de jóvenes venezolanos viviendo en el extranjero -específicamente en Barcelona-. Al terminar de leerlo, cerré los ojos y contuve la respiración por 15 segundos; durante ese pequeño lapso de tiempo me privé de mis emociones encontradas -bastante típico en mí- y volví a respirar. Sentía como el polvo entraba por mi nariz y se amontonaba en mis pulmones contaminados por el humo de los carros. Durante toda la semana estuve reflexionando acerca de lo que había leído. Estos muchachos explicaban el motivo por el cual se fueron del país, al final todo fue muy predecible puesto que su razón fue: la inseguridad.

Mientras escribo esto, expreso mis sentimientos reprimidos. Cada letra es una lágrima y un grito desesperado. Sé muy bien que la inseguridad en mi país es una situación grave, son muchos los que han dejado de venir y son muchos los que lo han abandonado. Sí, abandonado es la palabra perfecta. Todos vivimos en un egoísmo que traspasa los límites establecidos y esto no puede seguir sucediendo. ¿Por qué no dicen que quisieron irse de Venezuela simplemente porque querían emprender sus carreras en un sitio diferente y no quedarse estancados aquí, ah?
El venezolano no puede ser más hipócrita porque es imposible. Estoy cansada de lo apátridas que son, siempre mal ponen a Venezuela cada vez que les toca hablar de ella, y nunca apoyan las cosas hermosas que tenemos aquí como lo son los sitios turísticos, artistas, deportistas y demás. Siempre prefieren ver un partido de fútbol donde juega el Real Madrid que un partido donde juega la Vinotinto, a la hora de ir al cine prefieren gastar 35 BsF -cabe destacar que esto es muy caro para mí- para ver una película gringa que una Venezolana y siendo ésta sacada de las carteleras a menos de 2 semanas de exhibición por falta de audiencia, un presidente regalando casas y dinero a países que no están en emergencia mientras tanto aquí hay millones de venezolanos sin una vivienda propia -me incluyo ahí-

El venezolano está tan cegado con toda esta locura extranjera y yo no puedo aguantar más. Sí, no sé bailar reggaeton ni salsa, pero bailo Joropo y Gaita. No, no sé hablar inglés ni francés, pero hablo español. Nunca he viajado al extranjero, pero he visitado los Medanos de Coro.
Está entre mis planes vivir en un país diferente en el futuro, no lo niego, pero les juro que mis razones nunca destruirán más la reputación de mi hermosa Venezuela, de esta patria que me ha visto crecer y soñar. La situación en la actualidad venezolana es uno de esos hechos que quedarán plasmados sobre las páginas de los libros de nuestra historia. No podemos huir como las ratas cuando un barco está a punto de hundirse, de lo contrario, todos nos deberíamos de sentirnos avergonzados al decir "Soy venezolano/a". La inseguridad y la falta de patriotismo me han dado mucho de qué aprender, me han enseñado a enfrentar la vida dura y cruda con mucha dignidad.

Si amamos a este país, debemos respetar nuestros valores como ciudadanos y dejarnos de tantas mariqueras porque esta tierra se lo merece y yo no estoy dispuesta a traer más mierda al mundo.
Tomo estos veintiún gramos que nunca apreciamos y los diecinueve que nunca son suficientes para nadie; los sustraigo y sólo quedamos tú y yo. Mirándonos a los ojos, adivinándonos nuestros pensamientos.

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