Cada día, la vida de las
mujeres venezolanas gira en torno a la vanidad y al glamour. Al momento de
salir a las calles, es muy común el hecho de encontrar a jóvenes (niñas y
adolescentes) vestidas como adultas y adultas vestidas como jóvenes. Entre el
bombardeo mediático y la sociedad actual, la belleza estereotipada ha pisoteado
la autoestima de miles de venezolanas. Ahora ser bella no es cuestión de amor
propio, sino de aceptación social.
Platón (1943:100) afirmó,
que la belleza real se sustenta en la sabiduría y que además, ésta es la única
capaz de permitir que los hombres se conviertan en seres inmortales. Teniendo
en cuenta la opinión de uno de los filósofos más destacados de la Historia
Universal, se puede comprender que la belleza realmente yace en el alma de las
personas y no en lo físico, como así nos lo han hecho creer desde el comienzo
de nuestras vidas. De antemano, tal vez usted pensará que soy un individuo
frustrado el cual está inconforme consigo mismo y necesita de una pareja para
ver la luz al final del túnel.
No obstante, si usted piensa
de esa manera sobre mi persona, déjeme decirle que no me hiere. Al contrario,
lo considero un punto a mi favor debido a que todo lo expresado aquí, va
dirigido a usted. Mi intención, no es hacerle saber que vive rodeado de
superficialidades, sino despertarlo de un sueño interminable que al parecer, se
aferra a desgastarnos progresivamente en un mundo despiadado.
Todos sabemos que el Miss
Venezuela forma parte de la cultura popular del venezolano, cuyo prestigio es
un orgullo nacional. Por lo general, las personas suelen alardear por la gran
cantidad de títulos ganados, (Seis Miss Universo, seis Miss Mundo y seis Miss
Internacional) pero la mayoría ni siquiera puede recordar el nombre de todas
las reinas de belleza debido a que sus labores no han logrado transcender en el
tiempo. A excepción de Alicia Machado (por
los constantes escándalos), Dayana Mendoza (por sus múltiples
apariciones en televisión) y Bárbara Palacios (recientemente, por los
comerciales de Stan Home). En este sentido, el sueño de las niñas criadas por
estas tierras (además de ser ricas y famosas) es convertirse en Misses. Mujeres
compactas que caminen, coman poco, no lloren, no hablen, no piensen por sí
mismas y con una sonrisa eterna sobre sus labios carnosos de colágeno. ¿Acaso
ésa es la imagen que todas deberían tener?
Hacen de las modelos un
simple producto que alimenta el ego de
un hombre (en este caso, Osmel Sousa), a quien aparentemente no le preocupa la
formación intelectual de las mujeres, sino de llevarse las máximas coronas a
cuesta de patrañas.
Sin embargo, existe un
certamen de belleza que lleva por nombre “Miss Beautiful Venezuela”. De acuerdo
con sus organizadores, “Nos encargamos de que nuestras participantes, así no
sean ganadoras, se lleven consigo una maravillosa experiencia, pero sobre todo,
un gran aprendizaje”. Lanza, R. Miss Beautiful Venezuela (2013:14). En dicho
concurso, las participantes cuentan con estaturas y medidas de una mujer
promedio. De igual modo, se toman en cuenta tanto sus cualidades físicas como
su preparación profesional, y lo que es más importante aún, el crecimiento
personal de cada una de ellas.
A pesar de que existen buenas
iniciativas, las personas siguen estancadas en la idea de la perfección
obstaculizando la expansión de sus mentes. Ése es el legado de una educación a
base de prejuicios impuestos por una falsa moral que trata de tapar nuestros
defectos, a través de excusas sin ningún fundamento lógico. Ante todo, hay que
aceptar que existe un problema psíquico dentro de la sociedad y posteriormente,
buscar una solución. El psicólogo clínico, Alberto Barradas señaló “Venezuela
padece de una distorsión social cognitiva, que lleva a las personas a buscar la
perfección física y condena a algunas a padecer de obsesión por la belleza.”
Esto puede sonar descabellado por un momento, pero a medida en que se va
analizando el contexto socio-cultural donde nos desarrollamos, nos damos cuenta
que la situación no es del todo tan absurda. Es por ello que, debemos detener
la propagación de éste mal colectivo el cual nos afecta en forma directa o
indirecta.
Si usted quiere teñir el color de su cabello, cambiar el tamaño de su nariz, andar en tacones las 24/7 y cubrirse con veinte capas de base facial: ¡Hágalo!
Si eso lo hace sentir bien, entonces hágalo. Pero jamás permita que sus decisiones dependan del inútil “qué dirán” que nos ha manipulado sin piedad alguna. De ahora en adelante, Guapa será su sobrenombre, la palabra tatuada en su espíritu, lo que se dirá a diario cuando se mire frente al espejo.
1 comentario:
Bien dicho...
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