jueves, 10 de octubre de 2013

Guapa

Cada día, la vida de las mujeres venezolanas gira en torno a la vanidad y al glamour. Al momento de salir a las calles, es muy común el hecho de encontrar a jóvenes (niñas y adolescentes) vestidas como adultas y adultas vestidas como jóvenes. Entre el bombardeo mediático y la sociedad actual, la belleza estereotipada ha pisoteado la autoestima de miles de venezolanas. Ahora ser bella no es cuestión de amor propio, sino de aceptación social.

Platón (1943:100) afirmó, que la belleza real se sustenta en la sabiduría y que además, ésta es la única capaz de permitir que los hombres se conviertan en seres inmortales. Teniendo en cuenta la opinión de uno de los filósofos más destacados de la Historia Universal, se puede comprender que la belleza realmente yace en el alma de las personas y no en lo físico, como así nos lo han hecho creer desde el comienzo de nuestras vidas. De antemano, tal vez usted pensará que soy un individuo frustrado el cual está inconforme consigo mismo y necesita de una pareja para ver la luz al final del túnel.

No obstante, si usted piensa de esa manera sobre mi persona, déjeme decirle que no me hiere. Al contrario, lo considero un punto a mi favor debido a que todo lo expresado aquí, va dirigido a usted. Mi intención, no es hacerle saber que vive rodeado de superficialidades, sino despertarlo de un sueño interminable que al parecer, se aferra a desgastarnos progresivamente en un mundo despiadado.

Todos sabemos que el Miss Venezuela forma parte de la cultura popular del venezolano, cuyo prestigio es un orgullo nacional. Por lo general, las personas suelen alardear por la gran cantidad de títulos ganados, (Seis Miss Universo, seis Miss Mundo y seis Miss Internacional) pero la mayoría ni siquiera puede recordar el nombre de todas las reinas de belleza debido a que sus labores no han logrado transcender en el tiempo. A excepción de Alicia Machado (por  los constantes escándalos), Dayana Mendoza (por sus múltiples apariciones en televisión) y Bárbara Palacios (recientemente, por los comerciales de Stan Home). En este sentido, el sueño de las niñas criadas por estas tierras (además de ser ricas y famosas) es convertirse en Misses. Mujeres compactas que caminen, coman poco, no lloren, no hablen, no piensen por sí mismas y con una sonrisa eterna sobre sus labios carnosos de colágeno. ¿Acaso ésa es la imagen que todas deberían tener?
Hacen de las modelos un simple producto que alimenta  el ego de un hombre (en este caso, Osmel Sousa), a quien aparentemente no le preocupa la formación intelectual de las mujeres, sino de llevarse las máximas coronas a cuesta de patrañas.

Sin embargo, existe un certamen de belleza que lleva por nombre “Miss Beautiful Venezuela”. De acuerdo con sus organizadores, “Nos encargamos de que nuestras participantes, así no sean ganadoras, se lleven consigo una maravillosa experiencia, pero sobre todo, un gran aprendizaje”. Lanza, R. Miss Beautiful Venezuela (2013:14). En dicho concurso, las participantes cuentan con estaturas y medidas de una mujer promedio. De igual modo, se toman en cuenta tanto sus cualidades físicas como su preparación profesional, y lo que es más importante aún, el crecimiento personal de cada una de ellas.

A pesar de que existen buenas iniciativas, las personas siguen estancadas en la idea de la perfección obstaculizando la expansión de sus mentes. Ése es el legado de una educación a base de prejuicios impuestos por una falsa moral que trata de tapar nuestros defectos, a través de excusas sin ningún fundamento lógico. Ante todo, hay que aceptar que existe un problema psíquico dentro de la sociedad y posteriormente, buscar una solución. El psicólogo clínico, Alberto Barradas señaló “Venezuela padece de una distorsión social cognitiva, que lleva a las personas a buscar la perfección física y condena a algunas a padecer de obsesión por la belleza.” Esto puede sonar descabellado por un momento, pero a medida en que se va analizando el contexto socio-cultural donde nos desarrollamos, nos damos cuenta que la situación no es del todo tan absurda. Es por ello que, debemos detener la propagación de éste mal colectivo el cual nos afecta en forma directa o indirecta.

Pienso que es injusto vivir en un país donde las mujeres inviertan más en cosméticos que en la salud personal. Es injusto verlas frente a las vitrinas de los Centros Comerciales esperando a que el Espíritu Santo baje de los cielos para otorgarle los guardarropas que no pueden pagar. Asimismo, es injusto que paguen por una cirugía estética sólo porque alguien les dijo que la forma de sus senos no es físicamente proporcional con su cuerpo. No me opongo a que ellas se maquillen, a que quieran vestirse bien, –Aún si esto implica exhibir su cuerpo como si de una carnicería se tratase- inclusive, a que se sometan a una operación para hacerse algún que otro arreglito. A lo que sí me opongo, es que las mujeres se dejen manipular por el prójimo, carezcan de personalidad propia y le sedan su libertad a terceros.

Si usted quiere teñir el color de su cabello, cambiar el tamaño de su nariz, andar en tacones las 24/7 y cubrirse con veinte capas de base facial: ¡Hágalo! 

Si eso lo hace sentir bien, entonces hágalo. Pero jamás permita que sus decisiones dependan del inútil “qué dirán” que nos ha manipulado sin piedad alguna. De ahora en adelante, Guapa será su sobrenombre, la palabra tatuada en su espíritu, lo que se dirá a diario cuando se mire frente al espejo.